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1 sept 2011

"La loca e increíble historia de la sonata de Román 05"

Hola viajero del infierno, he aquí la divinisima historia, que su muy modesto, guapo, carismático y sensacional autor escribe cada jueves.
Como lo pidieron, aquí esta la fabulosa quinta parte.

"La loca e increíble historia de la sonata de Román 01”
"La loca e increíble historia de la sonata de Román 02”
"La loca e increíble historia de la sonata de Román 03"
"La loca e increíble historia de la sonata de Román 04"



Román permanecía estático, apretando fuertemente aquel báculo color morado que brillaba con cierta aura mágica. Su muerta madre se acercaba cada vez más, primero caminando y cuando estuvo a unos 10 metros trotando, cinco metros y comenzó a correr. Román sabía lo que debía hacer; sin embargo no estaba seguro de querer y/ó poder hacerlo.

El tullido abuelo reía a los lejos, tal vez unos veinticinco metros en la lejanía. No solo parecía no poder moverse de donde estaba, daba la impresión de estar tan viejo, que invitaba a colocarle una silla de ruedas, no machacarlo a golpes.
Los ángeles flotaban alrededor, atentos del espectáculo, mirando recelosamente e intercambiando miradas de asombro. A estos bellos seres parecían interesarles dos cosas, el sexo y la violencia.

Observando mas de cerca a su madre, a Román le dio la impresión de ver otro ser, uno muy alejado de la humanidad, un ente que no parecía mas humano de lo que un animal salvaje. Las cuencas desorbitadas y los brazos que le colgaban sin estructura, la postura agazapada, el vientre inflado, las piernas ennegrecidas por la tierra, cinco pares de uñas tan pútridas como los dientes que asomaba la risa de su abuelo a cada carcajada.

Si alguien más pudiera ver lo que Román en ese momento, no solo vería imágenes desgarradoras de sus familiares mas cercanos, vería música, vería colores, vería olores, sabores, calores, arte, ciencia y filosofía; un réquiem visual.

Su madre adquirió una agilidad que no era propia de un cuerpo tan cansado. Sin duda alguna, aquel lugar, el infierno, obedecía reglas totalmente distintas, un mundo nuevo se abría completamente a posibilidades que en comparación a la tierra son aberrantes, un mundo sin sentido creciendo de las raíces de la realidad, vivo y latente no solo en su sitio, sino que era una realidad latente en todos lados.

Román no solo abrió los ojos en aquel momento, su percepción se avivo; cual fuego al que se le lanzan chorros de gasolina, napalm y leños secos; una sensación de vivacidad recorrió cada nervio del cuerpo, cada rincón escondido y moribundo parecía estar despertando de una larga ensoñación. Podía sentir, podía comprender que el infierno no es un lugar, es todos los lugares a la vez y que esta en todos lados, circundando la realidad agobiante, el infierno es la realidad, sin el, todo seria un lugar sin sentido, un lugar en el que no se puede vivir por falta de retos, falta de energía vital, falta de movimiento; definitivamente era eso, el infierno es la realidad que da movimiento a todas las otras realidades, no solo es un lugar de castigo ó un sitio que se le dedique a quien “se porto mal”, es un lugar que aporta una parte importante de la existencia misma.

El infierno es movimiento.

No es que Román pensara en esto, simplemente fue un golpe de entendimiento, sin palabras y sin razonamiento, un súbito entender.

Su madre hacia movimientos esquivos mientras corría sedienta de sangre hacia su hijo. Corría como aquella madre que encuentra a su bebe extraviado, sin embargo, esta madre no abrazaba ni besaba. A aun metro de Román no solo dio la impresión de ser una bestia, sino que fue una bestia, su cabeza estaba tan cerca del suelo que le hacia ver como un monstruo. Nuestro héroe no acababa de despertar y no tenia una idea clara de lo que debía de hacer. Finalmente era su madre. Su lentitud fue castigada con un golpe que dio de lleno en el vientre, con la fuerza necesaria para lanzarlo unos diez metros hacia atrás, y dejarle la fuerte impresión que todos sus órganos internos había reventado cual globo con viseras. No sabia si aun le era necesario respirar, pero valla que le hizo falta después del golpe, incluso no sabia si aun tendría pulmones ó si podía morir o matar, sin embargo aquello fue tan doloroso como en el mundo de los vivos.

Román quedo con la cabeza flotando fuera de la senda, si el golpe hubiera tenido mas fuerza seguramente hubiera caído a la niebla brumosa, y no quería imaginar que le hubiera pasado. Boca arriba en aquel lugar, con el báculo del caballero del esqueleto aun en una de sus manos, se disculpo en silencio con su madre y maldijo a su abuelo. Se incorporo solo para ver como su madre estaba en el aire, había hecho un salto que solo un animal mitológico podria, una arpía o un soldado de Anubis. Caía haciendo un grito chirriante y estrepitoso, un sonido espeluznante. Román giro sobre si mismo y se incorporo justo a tiempo para esquivar lo que hubiera sido un fuerte golpe en la cabeza, un golpe que seguramente le hubiera arrancado la tatema como si de gelatina se tratara. Su madre quedó a unos centímetros de la orilla haciendo un torpe movimiento para no caer en la niebla, al mismo tiempo que un bufido de gato le afloraba por la boca y las comisuras de sus ojos se desgarraban al abrirse tanto como pudieron. Un gesto que definitivamente era de un terror incontenible. Román supo de inmediato a donde había que lanzar a su vieja madre para darle fin.

La cabeza de la madre dio un giro de ciento ochenta grados sobre sus hombros, y miró a su hijo. Si es que a eso se le podía llamar mirar, por que parecía tener los ojos vacios y perdidos, sumado a que le miraba con la espalda de frente.
Román se disculpo una vez mas en su cabeza.--((lo siento mucho mamá))--.
Se abalanzo con todo el cuerpo y el báculo en ambas manos, describiendo una flecha hacia la parte baja de la espalda. Su madre no se inmuto. El báculo penetro cual cuchillo en mantequilla, haciendo un poco de resistencia al momento de salir. No había sangre ni viseras, fue un corte totalmente limpio.

Por un momento los ojos de su madre adquirieron lucidez y parecieron recuperar su lado humano, pero solo fue eso, un momento, unas milésimas de segundo en que Román pudo observar a la persona que le trajo al mundo. Le dio una fuerte patada en el trasero y empujo el cadáver a la bruma.

Ahora solo quedaba el abuelo…

((demasiado sencillo para ser verdad)), pensó Román tan rápido como vio a su abuelo.

El viejo marchito había abierto la boca de una manera que recordaba a las víboras al momento de comer. La quijada se había desestructurado desde la base de la mandíbula y el cuello se había ensanchado en una enorme tubería, ahora hacia esfuerzos que parecían tan dolorosos como labor de parto, la labor de parto que hace una mujer de un metro y medio pariendo al bebé de moby dick. Se inclino como a punto de vomitar, sujetándose el vientre y salivando en exceso por la gran cañería que parecía suplir su boca. Román siempre había pensado que su abuelo solo hablaba mierda, pero aquello era literalmente “hablar mierda”.

En ese instante una figura hermosa y cuasi angelical apareció a su lado, aun si ella era morena y todos los ángeles en ese lugar eran tan blancos como la nieve, su figura estaba tan a la altura como cualquiera en esa maldita sala. Daria estaba a un costado.

--¡lánzala ya!, no lo dejes hacer na..¡-- ni siquiera termino la frase, Román sabia que hacer.

Definitivamente nuestro héroe no esperaría que terminara de salir aquella cosa para después encontrarse con un monstruo gigante de cuatro cabezas al que solo le podía poner fin con un ejército entero.

Tomó el impulso necesario. Su viejo abuelo estaba a unos 25 metros de distancia. Román iba a hacer un lanzamiento de jabalina y dado que el báculo parecía cortar cualquier cosa que se le interpusiera, estuvo seguro de que si le daba al vejete diabólico, acabaría con el y con su engendro apestoso.

Cual lanzador olímpico, puso toda su fuerza en sus piernas y se apoyo en las pantorrillas, el impulso cruzo todo su cuerpo. Piernas, abdomen, pecho, espalda, brazo, antebrazo y por ultimo mano, misma que siento saldría disparada junto con el báculo; sin embargo esta se quedo en su lugar.

El arma describió una no muy amplia curva, incluso parecía guiarse sola, (ligero presentimiento que Román tuvo antes de lanzarla). Cruzo a toda velocidad los veinticinco metros, dejando atrás un espectro morado y nebuloso, una pequeña línea entre morado y dorado formaba un tejido casi perfecto. El báculo dio justo en el pecho del anciano, que se le desencajaron aun más los ojos, si eso era posible. Un sonido de aspiración babosa y gargajienta salió su boca junto con lo que estaba pariendo por las fauces; lo suficientemente grande para ser un animal. A lo lejos, Román vio como su abuelo quedaba recargado sobre el báculo, que seguramente le penetro el corazón. El viejo y blando cuerpo se hundía poco a poco sobre el arma que el caballero del esqueleto le había prestado.

Román estaba excesivamente cansado, sudado y herido, las magulladuras que tenia no habían sanado. El ojo izquierdo y la oreja derecha le seguían supurando, los huecos donde anteriormente estaban dos dientes, permanecían hinchados y viscosos, todos los dedos de las manos los tenia tan raspados que una carnosidad blanca se veía en las puntas.

Una vez que mató a su madre, muchas cosas cambiaron en su cabeza, y tenia muchos presentimientos extraños, premoniciones que sabía eran verdaderas, sentía que esta no era la primera ni la ultima vez que estaría en el infierno. Solo el Demonio y el sabían como le había llegado esa información.

Caminó lentamente hacia su abuelo, que yacía sin estructura. El caballero del esqueleto estaba unos metros más allá permaneciendo inmutable. Daria guardaba silencio unos pasos atrás de Román. Los ángeles que en ese momento estaban en los aires, rodeando la escena del crimen, comenzaban a mostrar miradas recelosas, de furia incontenible, las caras casi demostraban querer atacarlo en ese mismo instante; sin embargo, no lo hicieron, no de momento. A cada paso, la figura que había salido de las tripas de su abuelo tomaba forma, a unos diez metros ya parecía humano. Se sentía fuertemente atraído hacia aquel ser. Caminaba sin prestar atención al caballero del esqueleto o a Daria.


En el momento en que Román estuvo tan cerca de su abuelo como para distinguir sus feas arrugas, observó lo que era aquella cosa vomitiva. Un humano, totalmente rojo y con una viscosidad alrededor, no había mas palabra para describirlo que “feto”, aquello era un feto enorme. Estaba boca abajo, acorvado, como típicamente suelen estar los fetos. Extremidades sumamente delgadas y una cabeza que doblaba el tamaño del tronco, envuelto completamente en una placenta transparente, y por lo poco que pudo detectar la nariz de Román, una muy apestosa. Preguntándose quien era; pateó el cuerpo para darle vuelta, lo que vio fue otra gran sorpresa.

Aun si el cuerpo era totalmente el de un feto, el rostro estaba bien maduro. Tenia unas cejas prominentes y alargadas, fuertemente marcadas en arco; unos ojos color avellana con tintes amarillentos, muy grandes y expresivos, incluso en ese momento, Román supo que aun tenían vida; unas fuertes líneas debajo de los ojos marcaban cansancio, ojeras amplias y dentro de lo que cabían, estéticas; una boca de labios delgados y alargados, apretados, propios de aquellas personas regias, recias, de carácter imposible y determinista; una nariz fuerte y amplia, gruesa desde la base hasta las fosas nasales. A Román esa nariz siempre le hacia recordar a un tigre o a un león. El conjunto enmarcado por una piel blanca y con algunas manchas en las mejillas, propias de un señor de su edad.

Román recordaba perfectamente a su padre, y ese, ese era su padre.

Aquella aberración con la cara de su padre intento balbucear algo—Romagn, no lo hagag.—burbujas de un liquido espeso le salían de la boca.—sog tu pagre-- .
Román intento evadir aquella visión, y mientras se volteaba hacia otro lado, se encontró de frente con el caballero del esqueleto.

-Este Humano no te serviría. cruzaras con aquella mujer—un movimiento que hizo la cabeza del caballero, señalo a Daria.

Su padre seguía intentando hablar. –nog, nog, pog favog, no me deges---
El caballero de la armadura sacó el báculo que estaba en el pecho del abuelo, al hacerlo, su abuelo cayó sobre su padre. El caballero le devolvió el báculo a Román.

--termínalo viajero, acaba con tu padre y sigue tu viaje—
Aun cuando no quería, Román sabía que tenia que hacerlo, el sufrimiento que expresaba aquella criatura infrahumana no se lo deseaba a nadie, mucho menos a su padre. Sin embargo se preguntaba ¿Qué había sucedido?, ¿Qué sentido tenia aquello?.

--¿Qué le ha pasado?—Román preguntó a l caballero del esqueleto. Simplemente por que estaba mas cerca, no por que quisiera.

--al matar a un ser amado, en este caso tu madre, otro ser con estancia en el infierno, es invocado para ayudarte a cruzar hacia la ultima guarida, sin embargo, no permitiste que la invocación tuviera fin, por eso este ser no podrá acompañarte, en su lugar ira aquella mujer.—el caballero del esqueleto se refería a Daria.

–termínalo viajero, acaba con tu padre y sigue tu camino—

Román levanto el báculo y se dispuso a atravesarle la cabeza a su padre.
E l caballero del esqueleto interrumpió--mas te vale que lo hagas con dignidad. Quita el cadáver de ese anciano y mira los ojos de tu padre, ¡míralo y dale fin!—el caballero pateo el cadáver del viejo, y lo hizo tan fuerte que este salió disparado mínimo quince metros. Cayó pesadamente en la bruma, haciendo un ruido acuoso.
Adiós abuelo. ((Pensó Román))Después de todo, el no estaba aquí para luchar, sino para traer a un ser querido, eso valía para perdonar a su abuelo por todas las injusticias que hubiera cometido.

Su padre seguía ahí, con los ojos llorosos, y ahora mostrando una debilidad que ningún hijo debería ver en su padre. Definitivamente sabía lo que le esperaba. A Román le causo pesar considerar la opción de haber esperado. ((un minuto mas)). Un minuto mas y ahora mismo estaría con su padre, luchando codo a codo para llegar a donde ese camino llevara.

--nog lo hagag—chillo su padre mientras Román derramaba lagrimas…
Un horrible báculo le atravesó la cabeza a su padre.

Román cayó de rodillas. cerro los ojos de su padre que aun le miraban con sorpresa. Daria le paso suavemente un brazo por los hombros. Créanlo o no, a Román esto le cayó como agua en el desierto, sintió la calidez y un apoyo que necesitaba de quien fuera en ese momento, además Daria le era un ser querido también.

--nos tenemos que ir Román, cariño. Salgamos de aquí y esperemos nunca regresar—Daria ayudo a Román a incorporarse, le abrazo y le dio un beso en la mejilla izquierda. Román se sintió mejor, aun si jamás podría volver a sacar a su padre del infierno. En ese instante se prometió a si mismo sacar a Daria, costara lo que le costara.

--vamos viajeros—la voz ronca y penetrante del caballero del esqueleto rompió el momento.

Los tres caminaron unos veinte minutos mas. Daria y Román detrás del caballero. Román aun poseía el báculo morado (a sabiendas de que le seria útil) y ahora ensangrentado en uno de los extremos; sangre de tres padres, de un hijo y herencia del infierno al progenitor.

Llegaron al extremo de la senda, donde todo se convertía en bruma y se perdía la línea del horizonte entre vapores y negruras. El fin de la senda, totalmente rectangular y con el mismo aspecto marmoleado de todo el camino. Una gran estaca estaba clavada en un vértice y de ella una cuerda que mantenía amarrada una balsa totalmente estática. No parecía que aquellas aguas tuvieran movimiento, pero era normal, todo en aquellos lugares estaba bien muerto.


--subirán ustedes dos. En las aguas sin vida del infierno la amenaza no esta en los aires, ni en las profundidades. Es menester que distingan los peligros cuando aun estén en las aguas. Si llegan a la última guarida y no han aprendido, nos volveremos a ver. —el caballero del esqueleto era sumamente escalofriante y al parecer dramático. Después de decir esto, extendió su mano en un ángulo de noventa grados con respecto a su pecho, abrió las fauces de su palma haciendo brotar un segundo báculo, esta vez color rojo. Sonidos de romper huesos, quebrantar robles y fracturar cimientos dieron a luz una nueva arma. Esta vez fue entregada a Daria, que la tomo sin decir palabra.

Román y Daria subieron a la barca y el caballero del esqueleto los vio partir hacia la última guarida.



JSLB

"La loca e increíble historia de la sonata de Román 06"

2 comentarios:

sofia dijo...

Que te dicen el "PINCHE ENFERMO MENTAL", si?.

no mames Jose Luis, pense que lo tuyo era jugandito, pero veo que no, estas que das con un martillo en la cabezota

Jose de la Serna dijo...

jajajajaja.
gracias.