Seguir a De_Titulo_Largo en Twitter

21 sept 2011

Un cuento para niños inteligentes “el ladrón”

El ladrón

En un muy antiguo reino, del cual la historia no se quiere acordar y solo sabemos que esta, o mejor dicho, estuvo en las cercanías de lo que ahora llámanos Yemen ó Jumen, según le parezca mejor al lector, en la antigua península arábiga; tierra mágica de desiertos interminables y arenas fácilmente confundibles con polvo de oro, donde si no tienes cuidado te veras perdido en los muchos laberintos de sol y viento hirviente. Estas tierras vieron nacer miles de historias sobre mercaderes, estafadores y ladrones. No pensemos mal de las personas de este reino que les describo, todo se debe a la gran confluencia de mercaderes, viajeros y osados exploradores que se daban a la tarea de moverse entre continentes, puesto que en estos lugares se puede acceder a tres de ellos; África al oeste, Europa al norte y Asia al este. Entonces, como se podan imaginar, aquel lugar era un caos total en cualquier temporada. Los mercaderes de tierras lejanas traían cosas increíbles, metales irrompibles y animales rarísimos sacados de los mil mitos, mujeres hermosas y esclavos de todos colores y tamaños.

Entre estas y más complicaciones, el reino construido con el dinero de viajeros; (ya sea por que lo emplearan en pasar unos días en alguna posada o por que eran desfalcados por ladrones), se mantenía en pie y su población fija, que no era mas allá de mil gentes, se dedicaba por completo a estafar, robar y apostar. No es de sorprender que las historias de los ladrones que han sido considerados genios provengan de medio oriente.

Los ladronzuelos se aglutinaban en grupos menores y cuando se adquiría cierto estatus o cierto número de relaciones significativas, se pasaba a formar parte de las llamadas “familias”. En el reino existían nueve “familias”, donde solo se podía estar a menos que fueras sorprendentemente hábil en tus trabajos.

Pero nuestra historia no habla sobre las familias o sobre sus logros, ni tampoco nos habla sobre algún ladrón de poca monta, sino, del ladrón más grande de la historia, un ladrón que quizá no adquirió la fama suficiente por los meritos que debería, pero paso a los libros como resultado de su Azaña. Su nombre se ha filtrado a través del tiempo y su arquetipo a través de muchos otros personajes.


Aladin paseaba por las calles cubiertas de vendedores ambulantes, que según el sitio iban desde vender futas hasta esclavos. Tratando de obtener ventaja de cualquier viajero despistado, se movía con cautela siempre observando de reojo, como aquel que no quiere, se filtraba entre las multitudes ojeado con dedos de seda bolsas y mochilas, en una sola pasada podía salir con algunas monedas, pero para un ladrón de su tipo, las monedas servían tanto como la arena, ¿para que robar dinero? , se podía robar lo que se quisiera directamente. Eso pensaba el. Como no había comida nada en lo que iba de día, se acerco a un puesto de frutas y en menos de un segundo dejo escurrir su mano izquierda sobre una sandia, con el dedo índice golpeo la parte inferior e hiso que se deslizara hasta su vientre que estaba muy pegado al puesto de futa, en ese sitio tenia una cómoda bolsa que el mismo había tejido a su thawb, la sandia callo suavemente y el encargado no gasto en reparos.

Después de saciar un poco la sed y el hambre, se remitió a trabajar en forma y a buscar alguna oportunidad de un gran robo. Así se dirigió a su consejero Asaf, un hombre de unos 56 años, lleno de arrugas y eternamente postrado sobre una silla que daba la impresión de ser la herencia de mil generaciones, tan vieja y desvencijada como el mismo Asaf. Pero este viejo solo pecaba en la apariencia y se mantenía al tanto de cualquier cosa que pasaba en el reino, incluso en sus afueras y en otras ciudades. Muchas personas recurrían a el para saber de cualquier movimiento o transporte de mercancías, siempre y cuando pagaras su precio. Pero Aladin tenia a Asaf de su lado, su hijo había muerto en el asalto a un transporte de rubíes, y Asaf veía en Aladin un retrato de su hijo. Pero esa es otra historia.


Cuando Aladin llego a casa de Asaf este lo lleno de besos en las mejillas y parecía contento de sobremanera, inmediatamente Aladin se entero por que.
El rey, un hombre barbudo y sumamente misántropo, el cual nadie conocía más que por ocasiones de suma brevedad , había conseguido el tesoro mas grande de todos los tiempos, al menos así lo había anunciado el a sus cercanos. Un tesoro que tenia tres características místicas; quien lo posee jamás logra gastarlo, cuando se comparte se duplica, y la mas importante, trae vida eterna en este mundo y en cualquier otro. De primera intención resultaba imposible de creer, sin embargo Asaf le dijo otra cosa que lo hacia mas real. El rey había estado regalando la libertad a sus esclavos y más que eso, les estaba regalando telas finísimas, oro, perlas, cualquier cosa que quisieran, siempre y cuando fuesen discretos y no se lo dijeran a nadie. Asaf le dio la posición exacta del cuarto en donde el rey guardaba su tesoro, Aladin por su parte le prometió que si lograba obtener el tesoro regresaría por el y le daría, si el mito era verdad, tantas riquezas como para no terminarlas en una vida.

Sumamente entusiasmado, Aladin espero la noche. Las calles se vaciaron en cuanto la puesta de sol comenzó a pronosticar una noche sumamente oscura, con una luna que se cubría a intervalos con grandes nubes; dejando luces atenuadas, emulsificadas por los fríos vientos que levantaban el polvo como un encantador levanta serpientes; sombras bailarinas se escurrían entre la arquitectura de todo el lugar revelando matices que permanecen ocultos a la luz del día.

Aladin esperaba impaciente en su alcoba a que la última vela de la ciudad se apagara y poder salir con aquellos ropajes negros y ajustados, nada propios de su región, a menos que fueras un ladrón y tu misión fuese nocturna, lo cual es exactamente lo que ahí sucedía.

Cuando se decidió a salir, el viento había cobrado una intensidad casi sentimental, el rostro de Aladin era golpeado por la arena tan fuertemente que parecía le arrancarían la piel de la cara, si no fuese por las telas que le cubrían seguro que lo hubieran hecho. Sus ojos tan entrecerrados como podía mantenerlos buscaban por todos lados ubicaciones que le permitieran mantener el rumbo en la colina que precedía al castillo, los vientos nublaban todo mas allá de unos metros, pero no era un problema grave, Aladin conocía bien los terrenos e incluso hubiera identificado a donde pertenecía un palmo de tierra, pero nunca esta de mas algunas precauciones.


La muralla izquierda de la imponente construcción apareció ante los negros ojos de Aladino, imponente e inquebrantable. Grandes bloques formaban un entramado casi hipnótico que se elevaba impidiendo ver los interiores del castillo que sin duda alguna eran los mas ostentosos que el mundo haya visto en su tiempo.
De un pequeño bolso que tenia atado a la cintura, saco una cuerda que tenia la longitud exacta de la altura de la muralla, de la punta un artilugio metálico con tres puntas filosas sobresalía. Tomo fuerza y comenzó a girar la cuerda en círculos, una vez alcanzo la velocidad necesaria, la lanzo tratando de que esta diera con algún filo en la orilla de la muralla. Lo intento tres veces siendo la cuarta la que finalmente dio en el blanco.

Cuando subía poniendo toda su fuerza en los brazos, dio gracias por no haber llevado bolsas o maletas, aun cuando el regreso fuera a ser mas pesado. Si conseguía hacerse con el tesoro, el regreso tendría que ser lo mas ligero posible, tal vez solo tomara una moneda o un rubí y este lo compartiría para que se duplicara. Entre estas y otras fantasías típicas de ladrones, llegó al borde de la muralla.

Largos y angostos pasillos formaban la parte superior de la muralla. Ahí, tumbado boca abajo, Aladino esperaba ver atalayas llenas de guardias reales, de soldados o de algún tipo de vigilante. Cual fue su sorpresa de no encontrar nada. Cada espacio dedicado a los guardias solo guardaba sombras y filtraciones de luz lunar, polvo y remolinillos de arena. No sabia se ponerse en pie y confiar en la soledad o seguir espiando mientras buscaba una forma de entrar al castillo. Pero como las precauciones nunca están de mas, se arrastro unos cien metros sobre aquel pasillo serpenteante, se topo con tres nidos de guardias, cada uno con separación de al menos veinticinco metros e igual que los anteriores, todos vacios. Decidió sacar la cabeza y dejar de arrastrarse, el patio de armas fue lo que identifico primero; no es mas que una explanada enorme con un piso de algún material precioso que lanzaba lánguidos y hermosos destellos platinados. En medio de patio de armas, una estructura que parecía ser un pozo y más al fondo un arco de unos seis o siete metros de alto marcaba la entrada. Todo aquello en una oscura soledad.
Aladin rápidamente encontró en un costado del pasillo que recorría, un hueco que tenia por corazón una escalera de caracol envuelta por un tobogán de piedra que pertenecía a la piel rocosa de la muralla, bajo sintiendo que casa paso era un latido de su excitado corazón. Que gran suerte venir en un día sin guardias. Simplemente cualquier mal presentimiento no recorría la cabeza de Aladin.
Una vez llego a el arco que describía la entrada se quedo maravillado por su belleza, sus grabados eran tan finos que daban escalofríos, la luz de la luna hacia bailar las sobras de los tallas y parecía que realmente estaban vivas las personas que aparecían en el arco. Seguramente era oro, o plata, o algún metal precioso. Si se hubiera llevado un mordisco de aquel arco seguramente le hubiera bastado para vivir un mes, pero estaba en ese lugar e iba por un tesoro que prometía duplicarse y poderse compartir sin pena, y sobre todo, la vida eterna y su suerte le apremiaba alejándole los guardias.

Cruzo el gran arco y entro al edificio principal. Al igual que el patio de armas, todo estaba en una tranquilidad que ahí dentro comenzaba a resultar tétrica. Aladin había escuchado historias de reyes que jamás habían sido vistos, y que cuando se les descubría solo era para ver que eran fantasmas engolosinados de poder e ira. Un gran escalofrió le recorrió la espina dorsal y cada vello de su cuerpo se erizo en un intento de huir de la sensación tan terrible que es el miedo.
Algunas lámparas de aceite crepitaban en aquellos inmensos pasillos, con techos de medio cilindro, altas paredes color turquesa, incrustaciones brillantes por aquí y por allá lanzando destellos tentadores, un aura amarillenta envolvía el ambiente. Cada paso que daba Aladin repicaba tenuemente en las entrañas del castillo como si de los latidos de su corazón se tratara, algunas ventanales filtraban la luz del moribunda del exterior.

Aladin llego a la puerta donde debería estar el tesoro. Una puerta de madera, mucho mas sencilla que cualquier otra que se le hubiera cruzado en el camino, totalmente lisa y de una madera mas bien corriente, no tenia manija y estaba entreabierta.
–Aquí debe de ser, los reyes siempre son tan excéntricos que guardan sus tesoros en salas horribles que confunden a los ladrones incautos– pensó Aladin mientras empujaba suavemente la puerta.

El rey estaba dentro de la habitación. Una enrome habitación completamente blanca y completamente vacía, en el centro el rey sentado sobre un cojín color purpura, en posición de loto , frente a el una caja pequeña y plana. El rey abrió lentamente los ojos. –¿has venido por el tesoro?.

Aladin totalmente desconcertado, le entraron ganas de echarse a correr, sin embargo, después de echar un segundo vistazo y no ver a nadie, el rey parecía tan indefenso que bien podía arriesgarse con el. Era la primera vez que veía al rey. Vestido con telas delgadas y semi transparentes, se podía ver su delgado cuerpo y piel morena. Sus facciones eran mas bien fuertes. Una mandíbula ancha, labios increíblemente rojos, tal vez pintados, barba espesa tan crecida que le llegaba al pecho, una nariz robusta y pegada al rostro, como la de un león, y sobre todo aquello unos ojos grandes y de mirada penetrante, de un negro tan concentrado que se perdían en las sobras del rostro.

–He venido por el tesoro, mi rey–dijo Aladin, sorprendiéndose así mismo al llamarlo “mi rey”.


–no me llames rey, yo no soy rey de nadie mas, he liberado a mis esclavos, rompí mis títulos y me he desecho de las riquezas, de todas, menos de una, que es por la que has venido, y con esa intención será mejor que escuches y escucha bien. Has de llevártelo tan lento como sea posible, por que como seguramente ya habrás escuchado, en el compartir esta la riqueza, y te digo que el tesoro que buscas jamás se acabara, y si lo compartes se duplicara, y si lo sabes manejar te dará la vida eterna en este y otros mundos. Es preciso que sepas que el tesoro que buscas no te costara trabajo cargarlo de regreso, incluso regresaras mas ligero, el tesoro es una ligereza del alma, el tesoro que me han traído y que no había visto son “las ideas”.





JLSB, saludos a los que han sido mis ladrones de ideas ayudandome a multiplicar mis tesoros.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Y que? ese es el fin?

Jose de la Serna dijo...

si, ese es...

Alhelílolu dijo...

jaja hasta usaste vocabulario adecuado... "thawb".
Sonreí al terminar de leerlo, por eso hoy si te comento.
Tal vez ahora no salgo en el cuento pero valla que me gusto.

te veo en la obra!!!

PD.Yo igual

Jose de la Serna dijo...

me da gusto. ahi te espero. en primera fila y nada de jitomates.

PD. ya sabes