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8 sept 2011

"La loca e increíble historia de la sonata de Román 06"

Hola viajero del infierno, he aquí la divinisima historia, que su muy modesto, guapo, carismático y sensacional autor escribe cada jueves.
Como lo pidieron, aquí esta la fabulosa sexta parte.

"La loca e increíble historia de la sonata de Román 01”
"La loca e increíble historia de la sonata de Román 02”
"La loca e increíble historia de la sonata de Román 03"
"La loca e increíble historia de la sonata de Román 04"
"La loca e increíble historia de la sonata de Román 05"



Román y Daria llevaban como mínimo una hora sobre aquella balsa que se movía casi con voluntad propia, dirección y destino marcado solo por la conciencia del infierno. La espesa niebla no les dejaba ver nada a más de 4 metros de distancia. Aun si no sabían que tanto había que avanzar o siquiera si algún día llegarían, ambos viajeros se remitieron a esperar.



— ¿A donde nos dirigimos?, ¿Qué es la ultima guarida?— preguntó Román, rompiendo un largo silencio que le comenzaba a incomodar y que Daria daba por hecho pertenecía a un luto interno en Román. Así que ninguno de los dos había hablado desde que habían subido a ese medio de transporte.

—pues, es difícil de decir, pero es un lugar llamado la ultima guarida y según lo poco que sé... (Daria movió los labios pensativa) digamos que es la capital de este lugar.

—¿con que objeto vamos a ese lugar? —Román había comenzado un interrogatorio que no pensaba terminar hasta que ciertos puntos se esclarecieran.
—pues esto es solo un rumor, pero parece ser, que ahí tenemos una oportunidad de salir de este lugar, llegar a una especie de limbo y desaparecer, no suena muy atractivo, pero es mejor nada, a esto.

—entonces, esta oportunidad de, salir, supongo que me la he ganado mediante la muerte que le di a mi madre y a mi abuelo, ¿no?.

—me parece que estas en lo correcto.

Daria comenzaba a titubear en sus respuestas y Román sabia que algo no andaba bien, algo estaba más torcido que lo torcido, aun dentro de ese mundo, había algo que no encajaba con las circunstancias.

Román que iba en la punta del bote, dándole la espalda a Daria, se había girado para mirar a los ojos de su acompañante. Un solo ojo color canela enfocaba escrudiñando las pupilas de Daria. Inmediatamente Daria supo que algo no andaba bien.

—dime Daria, ¿Cómo es que has hecho para…— Román no termino la pregunta. Un ángel de los que anteriormente se veían en la senda de hueso, paso zumbándole tan cerca, que de no haber tenido el reflejo de agacharse, este le hubiera arrancado como mínimo un trozo de cráneo, y valla que Román ya no estaba para mas heridas. El ángel paso rosando y haciendo que la barca se tambaleara en las inmutables aguas brumosas. Román apoyo su báculo en uno de los extremos para evitar caerse, Daria tuvo que agacharse y aferrarse a la orilla del bote.

El ángel abrió una larga línea en la bruma que les rodeaba, trazando un camino tan ferozmente que a Román le dieron escalofríos. El ángel se perdió entre la niebla a unos 10 metros de distancia, haciéndolo tan rápidamente que ambas personas en la barca no tuvieron tiempo de prepararse justo cuando apareció por segunda vez, zumbando aun con mas fuerza. La barca se balanceaba de lado a lado, a punto de perder el punto de equilibrio sobre las aguas y amenazando con voltearse.

Los viajeros consiguieron hacerse con sus báculos y esperar expectantes la aparición del agresivo y endemoniado ángel. En posiciones agazapadas y con los músculos tan tensos como trampas para ratón, esperaban que el hijo de puta pasara volando de nuevo para romperle la cara.(( batear un gran home run)), pensó Daria.
Como si las palabras fueran innecesarias, Román y Daria habían cambiado sus posiciones y se daban la espalda, cada uno con el báculo correspondiente y cada uno revisando rápidamente el espacio aéreo, moviendo la cabeza en movimientos rápidos y cortos.

Un zumbido se escucho a lo lejos, un instante después un ángel se acercaba con las alas pegadas al cuerpo, formando un proyectil humano, tan rápidamente que algunas plumas, tan blancas como la nieve, se le desprendían y quedaban perdidas en la velocidad.


Para la mala suerte del ángel, Román lo detecto justo tiempo. Estando a diez metros había calculado lo mejor que pudo la trayectoria, preparo su báculo, abrió su ojo izquierdo ,y por lo pronto el único que le quedaba, tan grande como pudo.
El ángel no solo se detuvo al momento del golpe, sino que trono cual escarabajo bajo un enorme pie, explotó, un gran globo de viseras y sangre carmesí ,estallaron al momento en que Román le dio de lleno en la hermosa cara, incluso se pudo escuchar un desagradable apachurrar viscoso. Román y Daria estaba bañados en plumas, sangre, viseras y moronga de ángel.

Alguna vez has escuchado la frase, “como pechuga de ángel”, pues no sabe para nada bien, al menos no cruda. Román tenía un trozo, de algo que le pareció carne, pegado a la parte inferior del labio, simplemente lamio un poco y escupió. Daria había soltado un grito ahogado, sonó casi como un chillido de rata.
Otro ángel pasó zumbado, y después de ese otro y otro mas. Parecían libélulas enfurecidas o pájaros cuidando a sus crías. De un momento a otro, los ángeles pasaban en intervalos de cinco segundos, de tres y finalmente había que esquivar uno tras de otro, dos, tres a la vez.

Daria había sido golpeada en el hombro derecho y yacía derribada en el fondo de la barca, tratándose de incorporar tan torpemente, que de ir sola seguramente ya estaría hundida en el fondo de aquellas aguas.

Román agitaba de un lado a otro su báculo, tan rápidamente como sus muñecas le dejaban. Una fiesta de piñatas. El ataque por parte de los ángeles era tan intenso que Román ya ni siquiera trato de apuntar, simplemente abanicaba de un lado a otro. Los ángeles más incautos no solo dejaban de lado cualquier estrategia, sino que iban directo a los golpes de Román. La fiesta de viseras había comenzado, con cada golpe un ser volador estallaba haciendo sonidos desagradables, bañando de sangre la barca y tiñendo temporalmente la espesa bruma. Ángeles de ambos sexos iban en busca de la muerte, camicaces divinos y estúpidos. Pedazos de piernas, tripas, pechos, dedos, cabezas, brazos, uñas, huesos, riñones, corazones y espinas dorsales volaban creando mágicas ondas de sadismo.

Aquellos ángeles mas listos que lograban dar en el blanco, no parecían estar interesados en tirarlos de su medio de transporte, sino, en comérselos vivos. Por cada ángel que pasaba como bólido, y no era derribado, los viajeros empezaron a sentir tirones, que en un principio parecían solo eso, pero al pasar los segundos, se daban cuenta que lo que les habían arrancado eran girones de piel, deshebrando tiras largas y muy delgadas, con la delicadeza de un chef hacían finísimos cortes. Era como quitarse un gran padrastro del dedo. La piel de capas interiores quedaba al descubierto mostrando una capa de piel blanca muy sensible.

Daria. que estaba en el piso de la barca, ahora estaba rodeada de una parvada de ángeles a punto de aterrizar sobre ella. Roman dio rápidamente vuelta, la tomo del brazo y la alzo con tanta fuerza que temió arrancárselo.

—Rápido, ¡toma tu puto palo! —

Daria recupero el báculo y reventó a tres de aquellas cosas voladoras, uno de ellos con un golpe tan perfecto, que le arranco la cabeza antes de que pudiera estallar en la forma tan característica como lo hacían.

Como cualquier revelación que acaba de hacer la luz, ambos viajeros observaron una isla a unos 100 metros, aun si la velocidad de la barca estaba en su contra, no faltaba mucho para llegar al otro lado, y sintieron un golpe de esperanza, lo único que tendrían que hacer era resistir el asedio de los ángeles.
50 metros … los ataques parecían disminuir en gran medida, sin embargo la barca tenia un gran agujero en la parte inferior, mayor que un puño y menor que un pie, pero el agua se filtraba tan rápidamente que asustaba.


—Tápalo con tu báculo— Román le grito a Daria tan desesperadamente que ella obedeció de inmediato. Comprendía que ella era la peor en eso de darle a los ángeles, así que tendría que esperar que su compañero la cubriera lo mejor posible. Se agazapo tanto como pudo y atranco la vara tanto como se le permitió. El agua se seguía filtrando aunque en cantidades mucho menores, con aquello era posible que llegaran.

Román seguía repartiendo golpes a diestra y siniestra. El bote estaba hasta la mitad de agua, y de esa mitad, un tercio parecía ser solamente sangre y viseras de ángel.

Una vez que estuvieron a unos diez metros de la orilla, los ángeles se alejaron. Ahí la niebla no era tan espesa y se podía distinguir una circunferencia en donde aquellas criaturas celestiales guardaban la distancia, como si una burbuja invisible les hiciera separarse de la isla.
Habían llegado.

—Gracias a ….— Daria estuvo a punto de decir, gracias a Dios, sin embargo, creía que el tenia algo que ver con que estuvieran ahí. Se guardo el resto de la oración.
Román espero a que Daria bajara primero.

—Yo no estaría tan feliz Daria— dijo Román en un tono fúnebre.
Daria sintió una sensación que le causo escalofríos.

—hay cosas que no me quedan muy claras, Daria, cariño, ¿Cómo es que has hecho para llegar hasta aquí?. en un principio llegaste como un agente, después solo apareciste convenientemente y me recomendaste que matara a mi abuelo, con lo que casualmente deje impedido a mi padre para que me acompañara hasta aquí. Ahora tu eres la que tiene la oportunidad de salir. No me juzgues mal, pero tengo la ligera sospecha de que aquí hay gato encerrado.

Daria sintió como Román mantenía el báculo a su espalda, firmemente a la altura de la nuca, sentía el vibrar de una mano a punto de estallar, tan violentamente que no le dejaría nada si lo hacia. Sus próximas palabras tal vez fueran las ultimas dirigidas hacia Román, posiblemente se convertiría en un ángel depravado, o simplemente quedaría maltrecha en aquel borde de playa, incapaz de articular palabras o movimientos, muriendo de hambre, soledad y dolores, de aquí a la eternidad.

—déjame explicarte Román, Las reglas son diferentes para cada sujeto en el infierno, así que, yo pase por un proceso distinto, yo no sabia cual era tu camino, simplemente aparecí cuando se me invoco, y te di una recomendación, que a mi parecer era la indicada.

— ¡No fue así!—Román seguía pensando que estaba mintiendo.
—Yo se que no fue así ,y lo siento. Sin embargo tu hubieras atacado a tu abuelo, con mi consejo o sin el.

—No lo creo Daria, simplemente no lo creo. —Román no sabia que hacer y estaba tan enfurecido que llego a pensar que simplemente se estaba volviendo loco— entonces dime, que fue lo que tu hiciste, que reto te impuso este lugar—

Daría no contesto, no sabia que decir.

—estas mintiendo, ¡bastarda asquerosa!—

Román retiro el báculo de la nuca de Daria, pero no para dejarla por las buenas. El arma describió la mitad de una elipse, adquirió una velocidad y una fuerza tal, que Román pensó que los brazos se le se le separarían del cuerpo.

Daria que seguía de espaldas se sintió salvada por unos segundos, pero justo cuando se giro sobre si para darle ánimos a Román, lo único que vio, fue la imagen en movimiento del báculo a punto de golpearle el rosto, poco después vio una imagen estática del báculo golpeándole el rostro. Cayo haciendo un sonido muy parecido al que haría un saco de harina, creyó que estaba a punto de desmayarse; sin embargo, en el infierno nadie se libra de los tormentos tan fácilmente.

Con el rostro bañado en sangre, y la mirada desajustada, trato de detener inútilmente a Román.

—¡detente!, por favor, no vez que te el lugar te esta enloqueciendo— la mano que coloco a modo de escudo le impedía ver el rostro de Román, lo que si pudo ver, fue una ráfaga que se dirigía a sus piernas. El báculo de Román azotó tan fuertemente contra la rotula izquierda, que casi pudo distinguir el momento en que esta estallo. Su agresor no se detuvo y le hiso lo mismo en la otra pierna. Un dolor muy intenso le recorrió ambas piernas, más que un dolor, era un choque eléctrico de muchísima intensidad.

—no te creo y estoy convencido de que no te voy a creer después de que digas lo que digas, lo siento Daria, pero no me voy a arriesgar, no esta vez. Adiós.
Daría estaba colapsada por el dolor, no intento hablar, ni moverse. Fingir estar casi desmallada seria lo mas sabio para solucionar ambos problemas, el dolor y a Román.

Román le dirigió una ultima mirada a Daria que yacía en el suelo con las piernas, y la cara bañada en sangre, después le dirigió una primer mirada a la isla en la que se encontraba. Un basto terreno se extendía sin límites aparentes, sin embargo parecía tenerlos; un resplandor daba vida a aquella tierra café claro, casi blanquecina, luz de concepción extraña, parecía no extenderse más allá del propio terreno. Mas allá de eso, no había nada, era un simple desierto estéril. Algunas brisas levantaban remolinillos de polvo que desaparecían casi al mismo tiempo que se creaban. Si a Román le preguntáramos, diría que el viento pertenecía al aletear de los ángeles que rondaban desde lo lejos.

—nos vemos Daria—

Daria no intento moverse, ni hablar.

Román no sabia si estaba haciendo lo correcto, pero, es que acaso alguien hace lo correcto en el infierno. El no lo creía.

Comenzó a caminar con dirección al centro de la isla, ya sea por que imagino que ahí habría algo o por que de ese punto vería si hay algo en cualquier otro punto de la isla. Sin embargo no estaba muy equivocado, un kilometro después y revisando continuamente su espalda (por si Daría lo encontraba), vio no muy en la lejanía lo que parecía un igloo del tamaño de una casa de dos pisos. Una vez sucedió esto, siguió su viaje en dirección a aquella extraña figura en medio de la nada. Camino a ese lugar y conforme se acercaba, encontró vestigios de lo que tal vez, hace muchísimo tiempo, cientos de años, incluso millones de años, pudieran haber sido casas. Había algunos ladrillos que al contacto con la mano se convertían en polvo, cascarones de cimientos, pequeñas virutas de algún artilugio hecho de barro; incluso se encontró algo que parecía un anuncio, un tubo metálico con una lámina picada y a punto de desaparecer. Todo estaba totalmente estéril, pero algún día hubo algo en ese mundo. Román se preguntaba si acaso esta tierra estaría conectado del algún modo con su universo; si en algún punto del tiempo, el infierno no fuese mas que un lugar en la tierra, si en algún punto alguien vivió ahí, tuvo hijos, prospero y sus descendientes vieron crecer a sus hijos y estos vieron desaparecer la tierra; incluso se preguntaba si algún día, alguien había sido feliz viviendo y reclamando como propias esas tierras de nadie. No lo sabia, pero tenia el fuerte presentimiento de que esas tierras también existían en otros cuentos, en otras historias y que en esas historias alguien era feliz viviendo ahí.
El camino fue de hecho el más tranquilizador que había tenido en toda su estancia, pero ahí la tranquilidad se convierte en expectativa y así la tranquilidad genera un estrés muy particular.

Román aun sentía los residuos de los dolores que le provenían de la boca, los dedos, su ojo izquierdo y su oído derecho.

Una vez hubo llegado al igloo, se dio cuenta que era mas grande de lo que parecía. Unos veinte metros de diámetro por cinco de alto; construido con pequeños bloques dela misma tierra blanquecina, era una media esfera perfecta, incluso la puerta, que de hecho batallo para encontrar, no afectaba la forma. Puerta en donde se mantuvo dubitativo acerca de cómo abordar la situación, si debería tocar o simplemente gritar, y después de eso ¿Qué haría?, posiblemente se encontrar con otro monstruo, o tendría que violar a alguien, matar a su perro, comerse vivo a un familiar. Finalmente se decidió por tocar. Aquello parecía una vivienda, y estaba en lo cierto.

La puerta se abrió.. le dije que pasara.

Ahí fue cuando vi a Román de manera concreta, al menos donde me pudiera ver el a mi. Por que ya lo venia conociendo desde hacia mucho tiempo.

—Pasa Román— me quede mirándolo fijamente. No lo podía creer, estaba sumamente gastado, me dolía en el alma ver a uno de mis hijos así.


Cuando Román entró, revisaba todo de arriba abajo. Incluso a mi me pareció incomodo que hiciera tal escrutinio, de igual manera lo deje ver su entorno, supuse que eso le haría sentir mas cómodo y a mi un mejor anfitrión. Reviso el piso de madera, casi pensé que contaría las zanjas que se formaban entre tabla y tabla; observo el techo rocoso y sus hermosas formaciones que emulaban estalactitas. Soy un muy buen decorador. Sin embargo lo que pude ver que más le llamo la atención fue el centro de mi casa, un divino agujero directo al centro de un volcán. Eso si que es el tope del estilo, de verdad, una gran idea, le da estilo a mi hogar, además le proporciona la temperatura adecuada a mi casa, me fascina el calor intenso.

—Hola— me sorprendió que me saludara.

—Hola Román—

—dime, ¿Quién eres? — su cara mostraba un sinnumero de emociones.

—es difícil de decir, mi querido Román. Sabes que me encanta tu nombre, por eso mismo te lo puse. Respondiendo a tu pregunta. Si yo fuera alguien en este mundo, entonces yo seria Dios, el creador de todo, aunque supongo que también podría ser, el demonio, señor de las tinieblas.—

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una obra maestra Jose de la Serna, un giro inesperado en la historia muy muy bueno espero ansioso la 7ma parte.

P.D. Esta es la 6ta no la 5ta.

Jose de la Serna dijo...

¡que bueno que te gustó!, eres el primero. ya corregí el numero de entrada, gracias.

un saludo y espero que leas la siguiente parte, que es la ultima.