Amo la luz, amo la luz que se filtra por el humo del cigarro
que tienes entre tus dedos, amo la contaminación
de la que te quejas y amo la contradicción de tus hábitos. Tu espalda desnuda; rostro que me ofreces después
de hacer el amor. Amo tus talones
huesudos. Amo tus quejas sobre la sociedad y sobre el sistema aún cuando el
apartamento lo paguen tus padres burócratas. Amo a tus padres a pesar de que no
me conozcan. Amo
a tu novio a pesar de que probablemente me odiaría.
Fuiste a la playa y te bronceaste a la luz del medio día, tu
piel blanca se fundió en un hermoso cobre, dejaste para mí y para tu novio algunas áreas en blanco, tu pecho y tu pubis. En
luz me tendré que transformar para colorearte, aunque ambos sabemos, corazón,
que no puedo hacer eso. Amo cuando finges que puedo, cuando juegas a que puedo
ser lo que quieres, a que podemos ser uno en lugar de dos, en lugar de tres.
Un día me dijiste que no te buscara más. Amo ese día, porque
sin él no nos veríamos a escondidas de ti misma, ocultándonos de una parte tuya
que me odia sin más, ocultándonos de tu moral y de tu juicio, de tu vida.
Me dejaste tu mejor parte, la parte que aún le intereso por algún motivo
que desconocemos.
Probablemente no lo sabes, pero siempre hablo de ti, a todo
el mundo le quiero contar que te conozco y que me besas y que me buscas, que
jugamos a las escondidas entre las sabanas, que te bronceas, que no te depilas
las piernas, que no me dices mucho, que no has encontrado el amor, que te salió
un barro en el mentón, que tus ojos son claros, que roncas, que no te gustan
tus piernas, que tienes hermosos pechos pequeños, que lo que yo creo virtudes
tu consideras defectos. Tantas cosas.
Al final hablo mucho acerca de ti, pero jamás digo que eres tú.
Invento nuevas personas y hablo de ti. Me pregunto en cuantas diferentes te he
convertido o si soy yo el que se convierte en diferentes hombres para estar
contigo; de seguir así no sabré quien soy, solo espero saber quién eres, con
eso me basta.
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