Me gustaría ser un cleptómano verdadero, tan encantadores que no tienen que
robar; se encargan de robarte el corazón
y el resto son regalos. Te convencen de hacer lo que quieren. Es tan
normal para nosotros desencantados responder a sus necesidades, vivir para
ellos y generarles condiciones agradables. Es tan normal para ellos
encantadores que se les regale, facilite y permita.
Imagino la posición solitaria que los encantadores deben
tener. Nada se les opone. Sin fuerza alguna para enfrentar sus encantos quedamos agradecidos por estar a su alrededor
y solo aceptamos con desencanto, nos sabemos presas, no podemos responder otra
cosa que si. Hastiados del encanto
propio, desprovistos de límites, orillados a enfrentar la terrible nada. Debido
a ello me anclo al desencanto, desorden y apatía. Lugar en donde todos tenemos
cabida; no es hermoso pero se está bien acompañado, tibio, sonriente aunque
plenamente… desencantado.
Soportar la magia del mundo; tarea difícil de soportar. En
cualquier caso el valor de la posición está en su economía; donde este la mayoría
siempre será sitio desagradable y desencantado.
Me quedo donde está la gente mediocre, desencantada, apática.
Al calor de la muchedumbre puedo fingir que río, que vivo; no engaño a nadie,
pero para que quejarse si el único impedimento es que no me quiero ir
Como quisiera ser un cleptómano, son personas tan
encantadoras; como quisiera ser un mitómano, son personas tan entretenidas;
como quiera ser un loco, son la máxima expresión de la libertad.
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