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6 jul 2012

México potencia

Hoy tomé el transporte público, el camión. Seré tan mal escritor que lo único que tecleo me suena a cliché; sin embargo así es como sucedió. Hoy tomé el camión.



Mientras pensaba un poco en política, observaba a la gente. Rostros con ángulos extraños, caras arrugadas, amoratadas y con bolsas en los ojos. En México las barrigas enormes no hacen distinción de género, religión ó color de piel. Niños que luchan contra la pesadez de los parpados; interminable batalla entre la realidad y la fantasía. Con mucosidad escurriendo por hendiduras faciales formadas por la erosión del fuerte gesticular. Así es el Mexicano real, fruncido.

Y me di cuenta que es a esta gente a la que yo me debo, es a ellos y a nadie más. Muy a pesar de no estar en las revistas de ciencia, modas o arte. Es a esta gente que debo todo lo que soy.

Esta gente es hermosa, son maravillosos. Mas que ningún otro pueblo; porque a diferencia de los demás yo no naci entre ellos.

Dicen que no hay dictador que viva por siempre ni pueblo que lo soporte. En México esta ley aplica, pero pareciera que hemos soportado a una interminable fila de reencarnaciones.

Ancianas con el rostro cubierto por incipientes telas rayadas, deshilachadas. Con arrugas tan profundas como las líneas que dibuja la tierra del desierto. Y es que si no estamos hechos de desierto no se conque. Con jorobas que crecen sobre sus espaldas; por que cuando el agua no va hacia nosotros, nosotros vamos al agua.

Con el rostro tan negro como sus almas. Y es que hemos guardado las ofensa de un mundo que nos ataca injustamente, somos demasiado nobles para hacer cualquier cosa, demasiado inocentes y piadosos. Somos una raza excepcional.

Hombres, mujeres y niños, acalorados, con miradas perdidas, cansados de la pesadilla.
Advierto. Mi gente y yo algún día nos hemos de hartar, nos vamos a levantar. Hemos estado aprendiendo, hemos estado sobreviviendo.

Veo gente que nos dice que hemos perdido nuestra cultura imitando al norte. Solo son métodos de supervivencia; con el color de nuestra piel, con las formas de nuestros estómagos y con nuestra mirada, hubiéramos sido detectados demasiado rápido por un sistema que penaliza la diferencia.

Se de otros tantos que nos tachan de ignorantes. Pero ellos que podrían saber de cargar agua durante kilómetros, de levantarse con el sol a preparar gorditas, de recortar nopales en campos abandonados, de peleas de vecindades, de tejer la palma, de caminar sobre residuos de llantas, de fingir que las escuelas sirven de algo, de mercados, de borracheras, de asaltos, de tamales, de atole, de polvo, de contaminación, de vivir en México. Los ignorantes son los que piensan que sabiduría es conocer a sus ídolos de las ciencias, artes y política.

Al pueblo Mexicano le corre atole por las venas así como a la tierra le corre lava por las entrañas.

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