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3 feb 2014

Una tarde de cerveza



Ya me he visto múltiples veces desprendido de mi familia. Algunas veces por el peso de mi propia mano y otras porque la separación es simplemente lo más sano. 

He recorrido este mundo de manera muy breve.  Creo que aun después de mil años, sabría poco. ¿Cómo es que fui empujado a este lugar?, ¿con que causa o motivo?.  

He tenido muchas familias y las mismas que he perdido. En algún momento pensé que no las necesitaba más, pero con cada nueva llega la esperanza de que esta sea la definitiva. Encontrar el lugar en donde por fin pueda estar sin ser criticado; deslizándome hacia la dulce nada. Confiándome en las personas de mi lado.
Mi padre jamás fue realmente un padre, y con las múltiples fracturas que puede dejar una familia que poco se aproxima a la unidad, siempre trato de rearmar el rompecabezas que resulta mi vida. 

Creyendo que a la vuelta de la esquina por fin encontrare esa pieza que falta, el marco que me indique los márgenes, los límites de aquello que pretendo armar.

En la búsqueda interminable he encontrado a mis amigos. Amigos con los cuales formé un grupo y del cual omitiré su nombre porque el solo hecho de nombrarlo me causa la terrible sensación del inminente final.  Un final que deja ver su hilo terminal en esos detalles incompatibles, pequeños elementos que están creados para no encajar por ningún motivo. Mis amigos y yo hacemos caso omiso de nuestras aristas incompatibles. Estamos deseosos de encontrar en nosotros mismos esa familia. Al menos yo lo estoy.

Cuando considero que ellos están años luz delante de mí en la conformación familiar; me da miedo. Sé que quedare fuera de ese lugar que ellos poco a poco van llenando. Mientras yo, vanamente, estúpidamente y como ciego en búsqueda de luz, me he quedado con intentos de caminos equivocados, hojas viejas y anotaciones pretenciosas.  

Sé que habló por la herida cuando remarco los errores de los demás; tratando de crear rupturas donde pueda caber mi triste persona. ¡Que terrible campaña la mía¡.  A falta de palabras sabias a mi lengua acuden insultos vehementes que disfrazo de argumentos inteligentes.  ¿De dónde provienen estas lenguas?.  Con mucha seguridad afirmo que tengo al diablo por mente.

Una tarde mientras tomábamos cerveza, amigos, el diablo y yo; la luz del atardecer se filtró por una ventana y su calor golpeo  mi brazo y mi corazón. Me sentí feliz. Una extraña sensación inundó mi cuerpo y solo podía pensar en besar a la gente a mí alrededor.  Un trago de cerveza  después me tuve que privar de aquel sentimiento. ¿Cómo podría yo estar feliz?; no me lo merezco.  Alguien puede hacerte daño durante esos momentos; me dije para mí. El resto del tiempo solo quiero prenderles fuego.

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