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25 ene 2014

Diablo y flores.

Relegado a vivir en algún sitio de la tierra, el demonio cuida un jardín de flores. Nada es precisamente como se cuenta y la historia de este no es una excepción. 

Cuando eres casi un dios las cosas no son fáciles en el mundo. Fingir que tienes necesidades es casi tan horrible como tenerlas. Comer, trabajar, ir al baño, sangrar, comprar.  Actuar de tiempo completo es una tarea para aquellos que no pertenecen a este mundo.

Hay una solo cosa que al demonio le agrada de vivir en la tierra. Su jardín de flores tiene una hermosa variedad. Temporales y perenes, rosas y tulipanes, clavel y magnolia. 

En México las flores tienen nombres diferentes en cada región, no obedecen para nada a los nombres científicos, aburridos y largos. Al demonio le hace gracia y prefiere llamar a sus flores de esa manera. Amor de un rato,  nochebuena, ámbar liquida,  flor de manita; son algunos de sus preferidos.

Si bien es cierto que los tulipanes se vuelven pretenciosos junto a las florecillas de campo; estas adornan la temporada en que los tulipanes pierden su flor. Después de algunas disputas en el jardín, el diablo enseña a estas flores algo de tolerancia.  Al cabo de un año todas las flores se llevan mejor, no solo con sus vecinas, también con la tierra.

Es difícil encontrar la tierra adecuada. Algunas necesitan tierra de sierra, arena de desierto, sabana ó nieve de montaña. El diablo cree que vale la pena y aunque es una mujer muy hermosa, no diría “soy más bella que una flor”. Es un error que no se comete dos veces.  Las flores no tienen largas piernas, cinturas curvilíneas, piel morena, mejillas rojas, pechos redondos, ojos verdes o manos delicadas.  Algunas veces dejan caer gotitas de agua y no son lágrimas, se marchitan pero no están muriendo, cierran sus pétalos pero no están durmiendo, no pretenden ir de vacaciones porque adoran su lugar de nacimiento.

Aquel jardín de flores no es para nada el infierno del que dios se vanagloria. Algo que jamás podrá entender. Aun cuando la tierra sea de su creación, de su entendimiento escapa la habilidad de una flor. Sin obligaciones  el demonio cuida de sus flores.

El demonio recuerda pobremente el instante en que dijo a dios ser más hermosa que él. ¿Cómo podría ser un hombre más hermosa que una mujer?. Era un sencillo juego de palabras; pero él no lo tomó así.  Ahora el demonio entiende el error; solo las flores son más hermosas que ella, y ella sigue siendo más hermosa que dios.

En el mundo humano, el demonio había intentado tener varias relaciones.  Los hombre no dejaban de ser réplicas de dios;  todos se comportaban como este último. Celosos, dominantes y con un desagradable deseo de omnipotencia.  Por eso prefería su jardín de flores. Tranquilo, callado y sin ese alboroto que tiene el deseo de superioridad. Las flores no pretenden ser dioses;  por esa razón lo son.


El demonio, relegado a vivir en la tierra, cuida su jardín de flores. No pretende ser adorada ni venerada. Es solo una hermosa mujer que cuida flores.

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