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19 mar 2012

Cine



Desde hace ya hace unos diez años que he pasado por ciertos procesos que me han colocado en la única situación en donde podía terminar, mis hobbies han evolucionado y se han adaptado hasta convertirse en un gran amor por el cine.

Pero el cine no es todo belleza. El cine me ha promovido una manera de vida un tanto antisocial y ha hecho nacer en mi un gran desprecio por la realidad.
Como se podría vivir de la misma manera después de ver la fantasía hecha realidad en la pantalla grande, como es que alguien puede querer una vida normal después de viajar por universos que se versan en distintas dimensiones, de observar lo que es resultado del mundo en miniatura que existe en los cerebros de los creadores.

La vida resulta sumamente pálida y aburrida después de observar las épicas batallas de Normandía, que si se me permite agregar resultan mucho mas increíbles en la pantalla que en la realidad, al menos si se vieran sin estar involucrados; los trabajos resultan aburridos en comparación de la infinidad de detectives que hemos recorrido en la pantalla; el color del desierto no sería el mismo sin aquellas tomas incandescentes de caminos que se bifurcan en los westerns, las pistolas no impactarían de la misma manera sin los revolvers de los magníficos pistoleros; el honor y la valentía se verían de distinta forma sin las épicas batallas que se libran en el antiguo oriente.

El cine me ha hecho odiar la realidad no solo porque sus fantasías perforen mi cabeza y la inunden con arroyos de magia, belleza e historia, sino porque el deseo de hacer cine en contra de todo y de todos me ha fascinado cual adolescente senos de mujer.

El cine es la culminación de todas las artes y si se ha de medir en algo no debería ser en tiempo, sino en sensaciones e ideas, y yo espero contribuir con algunas.

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