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6 ene 2012

Adiós querido Pimp.

Y ahí estaba yo, tirado en el sofá de mi sala, observando y sufriendo el sopor de las calurosas tardes de San Luis, viendo como la luz entraba por una de las ventanas y dibujaba todas las partículas de polvo que se arremolinaban con mi respiración. Con la vista media nublada y a punto de caer en un sueño profundo; en ese instante cuando piensas que nada puede pasar, nada que te cuse un sobresalto, en el instante en que piensas que todo el mundo puede venirse sobre ti sin que sientas ni un pellizco, un rebote de luz solar me golpea justo en los ojos y arruino ese delicioso momento; sin embargo continúe en medio de la ensoñación diurna y esta vez tratando de distinguir que era lo que me azoraba la visión.



En el fondo de mi jardín algo brillaba con la intensidad de mil soles, al menos era tan molesto como eso. Un automóvil tan destartalado rebotaba de su oxidado cofre y con la poca pintura brillosa que le quedaba, un rayo de luz; las hojas caídas por las temporadas frías rodeaban dicho vehículo y la suciedad le cubría por completo.
Me preguntaba cuantas posibilidades en el universo existían de que un auto tan sucio tuviera un espacio limpio, además que ese espacio limpio fuese brilloso, que ese espacio brilloso diera en mi persona, que de toda mi persona fuera justo en los ojos, que de cualquier momento fuera en una tarde que había decidido dormir en la sala y que después de todo eso yo me preguntara todo lo anterior.

Cuando comencé a recobrar la conciencia me lleve otro sobresalto, el auto tenia el parabrisas roto; ¿Qué mierda hacia un auto con el parabrisas roto en mi jardín?, me puse de pie, observé, aun disfrutaba del calor insufrible del desierto que es mi ciudad; un momento mas tarde descubrí que lo que estaba afuera rebotándome luz sobre la cara, oxidado y con un cristal roto... era mi automóvil.


Salí corriendo, le observe unos segundos, aun desconcertado pero rápidamente entrando en shock, mi automóvil tenia el parabrisas totalmente destruido; fue ahí cuando descubrí por que de todas las posibilidades que el universo deparaba había elegido darme un reflejo en la cara, mi auto había sido atacado por unos maleantes, vagos, pandilleros hijos de perra, traidores, cobardes, mediocres, desaforados criminaluchos de pacotilla; habían roto el vidrio y huido cuales hijos de cobardes.
Mire a ambos lados de la calle, mi mirada de águila no localizo a ninguna presa.

Me sentía realmente mal, mi coche, el que me había ayudado a superar tantos momentos difíciles en mi preparatoria, estaba mas destruido de lo que solía estar.

Mi coche llevaba al menos un año en coma sobre aquella banqueta de mi jardín, un Renault 1985, color vino, eternamente reposaba con triste mirada y parabrisas que parecían pestañitas esperando un par de ojos, pequeñas ruedas esperando ser reinfladas por ultima vez, pequeñas chapas de plástico despintado, cubierto de polvo y tiempo, gotitas de aceite negro que se le escurrían una vez cada mes; siempre fiel a su dueño, trabajando de innumerables formas, ya sea sin agua o aceite incluso y casi estoy seguro que alguna vez funciono sin gasolina, simplemente se movía con un amor que me profesaba lealmente, un amor de maquina a hombre, creador y creación.

Pero tenia un cristal roto y yo no tolero eso, pasaron unos húngaros y me ofrecieron cuatro mil billetes, y….. Lo vendí.

Un consejo, jamás hagan tratos con húngaros, son una especie especialista en robar y regatear, además ahora que lo pienso en frio, es mucha coincidencia que el vidrio se rompiera y media hora después pasaran ellos para comprarlo, con el dinero en la mano y con una camioneta lista para remolcar….

Lo sé.

Y además de todo me regatearon desde seis mil hasta cuatro mil, no se como pero me convencieron, además me dejaron con la sensación de que se los vendí muy caro y que merezco un castigo por ser tan mala persona, y, y , y hablan un idoma extraño que me daba desconfianza; eran tres y se miraban entre si cada vez que yo decía aglo, después proferían aquellas extrañas palabras y me devolvían la mirada para hacer una oferta aun mas baja.

Cuando terminamos y se llevaron mi auto, me ofrecieron cien pesos por una bicicleta (de mi hermana) la cual accedí a vender rápidamente.



Ahora yo no tengo coche y mi hermana no tiene bicicleta.

Mi coche se llamaba “PIMP”, me despido de el de esta manera y solo quiero que sepa que a mi no se me lanzan rayos de sol.

Los que estén familiarizados con algunos de mis escritos y alguna vez se toparan con mi cuento “la increíble historia de la sonata de Román” deben saber que el coche que Román manejaba al inicio, era un Renault inspirado en mi automóvil, incluso hay una imagen.

Adiós querido Pimp.

El muy hijo de su chatarra madre me dejaba en todos lados.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

AHORA ESPEREMOS QUE LOS HÚNGAROS LE ENSEÑEN AL LEER PARA QUE VEA CUANTO LO DESPRECIABAS (¿?).........LA FACHADA DE TU CASA NO SERA LO MISMO SIN EL AFUERA :(.........QUE TRISTE, AUN ESPERABA ENCONTRAR EN TI UNA CHISPA DE BONDAD PARA QUE ARREGLARAS A ESE POBRE INFELIZ QUE TE PEDÍA A GRITOS LO MANEJARAS UNA VEZ MAS...WA WA WAAAAA...AHORA DIME, PUEDO VENDER TU ALMA? DIGO, ESTA A LA MANO Y NO LA USAS........JAJAJAJAJA.
SALUDOS PEPE, ESPERO NUNCA MAS VERTE EN LA UNI :B
CIAO CORAZÓN!

::NANCY::

PD: SIEMPRE ES UN GUSTO ENCONTRAR ALGO NUEVO EN TU BLOG!

Jose de la Serna dijo...

nancy, de verdad espero no volverte a ver en la uni, no lo digo en mal tono, sino que espero que cambies a lo que realmente quieres.

PD: yo vendi mi alma hace mucho, justo cuando me di cuenta que no servia para nada.

a lo primero no le entendi
saludos

Anónimo dijo...

también lo decía por eso :B
lo otro no tenia importancia...
entonces dile a tu hermana que venderé su celular
saludos

Jose de la Serna dijo...

dice que vendas el de tu hermana mejor, que los negocios son entre familia.